El testimonio de un sobreviviente y su lucha permanente por la memoria. Entrevista a Néstor Fantini

(Extracto) – Fuente: The International Literary Quarterly (interlitq.org)

El testimonio de un sobreviviente y su lucha permanente por la memoria. Entrevista a Néstor

“Los soldados nos golpeaban, torturaban y fusilaban”, relata Néstor Fantini, ex preso político de conciencia durante el golpe de estado de 1976 en Argentina. Durante esos años cargados de terror y atrocidades, conoció a su ex mujer a través de cartas, y fue quien encabezó su liberación junto al grupo de Amnistía Internacional. Una historia de militancia, denuncias y lucha por los derechos humanos, una historia política y de amor.

 

Cuando fue detenido antes del golpe de estado de 1976 era un estudiante-trabajador muy joven ¿Cuáles fueron los ideales que lo llevaron a militar a tan temprana edad? 

Muchos factores. Es muy difícil identificar una o dos variables, porque probablemente a otra persona no le impacte de la misma manera. Son experiencias multidimensionales. Pero quiero aclarar dos cuestiones fundamentales, una es a nivel emocional, cuando viajé en una oportunidad al norte de Argentina, a Salta, a visitar a mis tíos, fue mi primer contacto con ese otro mundo. En ese momento, yo vivía en un barrio de clase media, iba a una escuela americana, así que en cierta forma desconocía esa otra parte. La población indígena, los coyas, la miseria, ver los niños en una situación que de pronto me impactó profundamente. La otra cuestión es a nivel intelectual, por haber asistido en la secundaria al Liceo Militar General Paz, a los 15 años hablaba de seguridad nacional, economía, etc, con profesores que después se destacaron mucho en áreas de la política o seguridad del país.

En esa época nos hablaban de instituciones democráticas, de los valores fundamentales de los respetos al individuo, y por otro lado veíamos líderes militares que reprimían, era una contradicción total. Eso fue en el año del golpe del general Onganía, donde comenzaron una serie de gobiernos militares que duraron hasta 1973. Evidentemente, no tenían ningún tipo de representación.

Estas dos cuestiones junto al contexto histórico que se estaba desarrollando,  donde hubo grandes cambios en el mundo, era toda una situación especial que se sentía, y en el caso de Córdoba era muy fuerte. Cuando se dió el Cordobazo en mayo del ‘69, salí por las calles de la ciudad a caminar y al preguntarme sobre todo lo que había ocurrido, justamente coincidía con ese cuestionamiento que se venía dando. Una realidad multidimensional que impactó en mi generación.

Durante el proceso militar por órdenes del general Menéndez, 31 compañeros que estaban detenidos con usted en la UP-1 fueron ejecutados ¿Qué marcas le dejaron estos hechos perpetrados por el terrorismo de estado? ¿Siguen siendo determinantes en su vida? 

Durante el año del ‘76 después del golpe militar, se ejecutaron esos 31 compañeros, y por supuesto que quedan secuelas muy profundas que no se borrarán nunca más. Después de esa experiencia, los que sobrevivieron en mi generación comenzaron a vivir de nuevo. No solamente hay que hablar de las 31 ejecuciones, sino de los 30.000 desaparecidos, de los miles y miles de exiliados, de las personas torturadas, de los centros clandestinos de detención que aparecieron en las distintas partes del país.

En definitiva, lo que ocurrió en la UP1, fue un pequeño microcosmo de lo que estaba ocurriendo en toda la Argentina. Nos han quedado muchas secuelas y ellas se traducen en la alta tasa de mortalidad de gente que ha estado detenida, de prisioneros políticos, en la alta tasa de enfermedades físicas y en lo que hace a problemas emocionales que muchos ex presos políticos experimentan todavía. Hay una gran cantidad de estudios conectados con eso. En mi caso personal me ayudó mucho que desde que salí de la prisión política hasta la actualidad siempre hablé, participé en foros y ámbitos, y pude articular mi experiencia. Todo esto cumplió una función altamente terapéutica. Pero de todos modos, los efectos siguen, te los pueden decir miembros de mi familia. Tuve cuatro matrimonios y eso no es casualidad, sino que tiene que ver con la experiencia que viví.

 

El amor y la libertad

Se casó con Mev Porter, encargada del grupo de Amnistía Internacional que encabezó una campaña por su liberación ¿Cómo vivió esa mixtura entre una historia política y una historia de amor? 

En realidad el nombre de ella es Mary Evelyn Porter, mi ex esposa y la madre de mi hijo. En un momento de su vida, realizó un viaje a Londres para visitar a su tío, ex embajador británico, quien le aconsejó que se uniera a la nueva organización que había surgido en ese momento, llamada Amnistía Internacional (AI).

Ella se incorporó al grupo que recibió el caso mío y comenzaron a trabajar intensamente. Se juntaron con mi madre que también estaba organizando campaña. De esa manera, el grupo Al me adoptó como prisionero de conciencia y cumplió un rol fundamental. 

El año 1976 fue el más dramático, el más intenso para los que estábamos en la UP1 porque fusilaron a los compañeros, a Miguel Hugo Vaca Narvaja, Pablo Balustra, entre otros. Vivimos una situación de constante terror, miedo. Los soldados nos golpeaban, torturaban y fusilaban. En un momento me trasladaron en avión al sur de la Provincia de Buenos Aires, a la Prisión de Sierra Chica . Salir de la jurisdicción de Menéndez era tener una posibilidad de sobrevivir. Me enteré que había sido adoptado como prisionero de conciencia y comencé a recibir visitas, surgieron pequeños eventos que me generaron muchas preguntas, como por ejemplo, cuando cayó un representante de la Cruz Roja Internacional a entrevistarme, era para asegurarse en qué condiciones físicas y mentales me encontraba, y eso fue una muy buena señal porque en cierta medida garantizaba y documentaba que estaba con vida.

A los pocos meses me llevaron en un camión con otros detenidos políticos, incluyendo mucha gente que estaba adoptada por el grupo de AI, y me trasladaron a la prisión política de la ciudad de La Plata, la UP9. Comencé a tener una serie de facilidades, comparando lo que había sido el centro de exterminio en Córdoba. Empecé a desarrollar una relación con Mev, ella me escribía cartas, se las mandaba a mi hermana que se encontraba en Brasil y hacíamos la triangulación. Mi hermana las transcribía y me las mandaba como si fueran de ella, porque solamente podíamos recibir cartas de familiares. De esa manera, empezó una relación respecto a los libros que estábamos leyendo, sobre la experiencia mundana, y también con doble sentido articulando algunas ideas y preocupaciones.

El 14 de julio de 1979 efectivamente salí de la prisión política. Estaba mi madre con Mev, y ese fue nuestro primer encuentro. No me dejaron salir del país, me pusieron en libertad vigilada, pero me transfirieron a Buenos Aires. Temía por mi vida, por cosas que me sucedieron en Córdoba.

Mev viajó varias veces desde los Estados Unidos a Buenos Aires, porque ella estaba activamente trabajando con grupos de derechos humanos. Era una situación muy riesgosa para una joven, estaba exponiendo su vida valientemente y desinteresadamente. Luego, cuando quedé en libertad total porque salió el decreto presidencial, tenía tres visas y elegí irme a Canadá, con un programa político que era para ex prisioneros argentinos políticos. En Canadá comenzamos una relación, nos terminamos casando y teniendo un hijo, Jonathan, que es el orgullo de nuestra vida. 

 

Transmitir la memoria

En la actualidad ¿Se define más como argentino o como estadounidense? 

Creo que en este mundo de globalización, donde todo es tan instantáneo, transnacional, la cuestión de nacionalidad ya no tiene el mismo sentido que tenía hace 50 años atrás, pero uno sigue siendo argentino, porque el factor cultural es determinante, y más en gente como es mi caso, donde toda la formación fundamental se dio en ese país.

Por otro lado me siento profundamente de este mundo, porque aprecio muchos componentes de este país, me siento muy cómodo. Lucho para que haya una mejor distribución de la riqueza, para que las instituciones profundicen las experiencias democráticas, y lo hago a través de mis escritos, como editor de HispanicLA, y a través de otras editoriales muy fuertes. También, cuando doy clases de sociología, critico la situación autoritaria del régimen de Donald Trump, que nos está llevando a una crisis institucional inaceptable.

¿Cómo vivencia desde lo personal estos ideales de países políticamente contrapuestos? 

No son tan opuestos, en absoluto. Si bien desde el rincón argentino podemos ver a la gran potencia imperialista que ha causado tanto sufrimiento a lo largo del siglo XX en diferentes partes del mundo, por otro lado, la historia argentina también está llena de sufrimiento, de atrocidades.

Si entramos a hablar de lo que hizo Argentina, con el genocidio de los aborígenes, la década infame, la época de 1955, la de 1970 con la dictadura cívico militar, realmente está llena de crueldades como la están la de todos los países. Estados Unidos, por supuesto que tiene el genocidio de los indígenas, el pecado original de la esclavitud afroamericana, toda una serie de elementos que en definitiva muestran la necesidad de continuar empujando a una agenda donde se haga énfasis en la importancia de las insituciones democráticas, el respeto al individuo, a la justicia social. En este país, se pelea por lo mismo que se pelea allá. 

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