Género y psicoanálisis: la violencia machista. Entrevista a Luciano Lutereau.

(Extracto) – Fuente: The International Literary Quarterly (interlitq.org)

Género y psicoanálisis: la violencia machista. Entrevista a Luciano Lutereau.

Masculinidad, neurosis y violencia de género. El Dr. Luciano Lutereau responde desde una mirada profunda diversos interrogantes sobre estas problemáticas que preocupan a la sociedad contemporánea, y nos lleva a reflexionar sobre la importancia de las relaciones sociales en un nuevo contexto histórico, no sólo desde una concepción no-binaria que incluye a hombres y mujeres más allá de una oposición, sino desde el entramado social que involucra a instituciones y profesionales.

 

¿Qué es ser varón y que se entiende por crisis o destitución de la masculinidad?

La masculinidad es una institución simbólica, social, que estructura su consolidación moderna a partir de dos grandes ideales: por un lado el ideal romántico como ideal amoroso, y por otro lado el ideal heroico. Ambos ideales, que se fortalecen entre los siglos XVI y XVII, tienen como efecto que la masculinidad moderna u occidental implique siempre algún tipo de puesta a prueba de la propia potencia, a través de la cual quien atraviesa esa prueba puede considerarse un hombre.

La crisis de la masculinidad implica que esos ideales empezaron a resquebrajarse de alguna manera. Hoy en día, en primer lugar, el ideal del amor romántico no tiene mucha vigencia. En tiempo de las redes sociales nadie busca acceder al otro por la vía del enamoramiento, estamos en tiempos del sexo ocasional, donde el encuentro sexual es previo y mucho más requerido que el encuentro amoroso. Por eso se sufre tanto por el amor. Es más fácil tener sexo con alguien que enamorarse, es ésta una queja cotidiana.

En segundo lugar, en relación a la puesta a prueba, al ideal heroico, a la hazaña, también enfrentamos una crisis. En la medida que el ideal del esfuerzo, la idea de que a través de alguna prueba se accede a algún resultado también está en crisis. Se lo ve también en otras de las formas actuales que tiene el éxito inmediato, alguien que no quiere consolidar una posición sino que busca “pegarla”, se dice que trata de hacer algo que pegue, y ahí se ve la inmediatez del efecto, eso que no implica ningún tipo ni de formación ni de capacidad.

Por eso hace un tiempo empecé a hablar de una destitución masculina, donde eso vale tanto para hombres como para mujeres, porque también las vías masculinas de sexuación valieron para muchas mujeres y no sólo para los varones. En ese sentido, la crisis de la masculinidad es más amplia que una crisis propia de los varones. Es una crisis social, una crisis de ciertas instituciones simbólicas que hoy en día ya no funcionan para mediar la relación entre los sexos.

¿Cuáles son los cimientos que sustentan los estereotipos del género masculino?

El estereotipo de lo masculino se piensa justamente a través de esto que decía de la relación de la puesta a prueba de la potencia. En última instancia implica, por un lado, el heroísmo como cierto componente idealizado en relación a lo amoroso. Esto arma de alguna manera la idea de lo masculino como algo que requiere siempre un cierto tipo de trabajo, esfuerzo, competencia.

Fundamentalmente habría dos elementos en este estereotipo. Por un lado la competencia, ser hombre implica haber atravesado la competencia con otros hombres, a donde no salir de alguna manera victorioso en esa competencia lo feminiza. Es algo que se ve entre los jóvenes cuando sobretodo se plantean proezas del estilo: “a que no te animas a hacer tal cosa”. La prueba como tal no tiene mucho valor sino que lo que se juega ahí es la masculinidad, el atreverse a hacerlo. Hoy en día los jóvenes hacen cualquier tontería y a veces el riesgo adolescente tiene que ver con eso, con una forma de atravesar esa competencia.

Por otro lado, en lo amoroso, con el carácter celoso y posesivo que manifiesta el deseo del varón, la consolidación de su masculinidad implica atravesar un deseo posesivo con respecto al otro. Son dos ideas que Freud siempre indicó como propias del análisis de un varón. Un varón atraviesa un psicoanálisis en la medida en que logra desposeerse de ese deseo posesivo, deja de ser alguien que ama solamente desde un punto de vista celoso.

¿Y la mujer, qué lugar ocupa?

La mujer ocupa diversos lugares. Una cuestión que sí es importante mencionar es el hecho de que la mujer tenga en el ámbito social un papel más destacado, lo que no quiere decir que lo haga por competencia con el hombre. Una lectura ingenua sería la de que ahora la mujer busca adquirir vías masculinas o se masculiniza, o porque una mujer sale al mundo del trabajo y desempeña muy bien cargos gerenciales, se la llama “mujer fálica”. El prejuicio implícito es creer que esos son lugares masculinos, y que la mujer que acceda a esos lugares está conceptualizada desde lo masculino.

En todo caso, hay un acceso de la mujer al espacio público, lugares sociales más facilitados, y muchas mujeres lo hacen de una manera absolutamente femenina, lo que no implica doblar una competencia con el varón, o que los varones se sientan en competencia con la mujer.

Por otro lado, la mujer en la sociedad contemporánea, como lo llamé en mi libro “Ya No Hay Hombres”, es la mujer como sujeto de goce.

En la sociedad patriarcal, la mujer ocupaba un lugar eminentemente de objeto de intercambio, por ejemplo entre las alianzas familiares, en la cual un hombre debía pedirle la mano de su hija a otro hombre. Pero hoy en día, la mujer ya no tiene ese lugar de objeto sino un lugar de suposición de goce. Es algo que vemos cotidianamente con la aparición cada vez de más productos vinculados a la sexualidad femenina, la constitución actual del ideal de la mujer multi-orgásmica.

En mis consultas me ha tocado recibir mujeres que son mujeres que no gozan lo suficiente, porque viven con el imperativo de que deberían gozar más, el nuevo sufrimiento de algunas mujeres pasa por ese lado, por no gozar todo lo que creen que deberían. Ahí se ve claramente el carácter normativo de ese goce.

¿Por qué crece la violencia de género?

Cuando pensamos en la perspectiva de género y en algo tan dramático como un femicidio, pensamos que hay un hombre y una mujer, pero muchas veces hay abogados, profesionales de la salud, un montón de otras personas que también involucran su fantasía, y creo que también deberían ser imputados como cómplices solidarios de un asesinato. Pienso en un caso donde un hombre había matado a una mujer en una habitación en la que estaban los abogados, digamos que para los diarios un hombre mató a una mujer, pero en los hechos, en esa habitación había otras personas. En ese punto, también deberían ser evaluados a veces los profesionales que trabajan en este tipo de asuntos alimentando fantasías, que después cuando ocurre un incidente terrible son los primeros en borrarse.

¿Se puede decir que la histeria les conviene a las mujeres y la neurosis obsesiva a los hombres? ¿El género favorece a estos síntomas?

Actualmente dicto un seminario que se llama “Histeria masculina y neurosis obsesiva femenina”, como una manera de ubicar la relación entre el género y las neurosis, justamente para mostrar que es un prejuicio heteronormativo en el psicoanálisis, el creer que las mujeres están principalmente destinadas a la histeria y los varones a la obsesión.

De hecho todavía ocurre que para muchos analistas, sólo es posible tratar a una mujer considerándola histérica y solo puede tratar a un varón considerándolo obsesivo, con lo cual muchos aspectos del tratamiento de una mujer quedan psicopatologizados o pensados histéricamente cuando tienen que ver con aspectos femeninos, de la misma manera que muchos aspectos masculinos de un varón son tildados psicopatológicamente como obsesivos, cuando en realidad tienen que ver con su masculinidad.

Cuando hablé de que para todo varón la construcción de su masculinidad implica el atravesamiento de un deseo posesivo, no quiere decir que sea un deseo psicopatológico o que eso lo convierta en obsesivo, es el deseo del varón. De la misma manera que para toda mujer: el deseo también es vivido de una forma particular de acuerdo con su género, que se modifica históricamente y que no siempre es el mismo deseo, y que eso no lleva necesariamente a hablar de una psicopatología. Creo que ahí empieza la necesidad para el psicoanálisis de revisar profundamente sus categorías, y ver de qué manera cuantas de sus nociones psicopatológicas en realidad son un prejuicio heteronormativo.

La violencia tiene más incidencia en los hombres que en las mujeres y se ha logrado llevar este debate a la opinión pública, a la exposición en los medios. ¿Esto ayudó al aumento y proliferación de femicidios que se dan hoy en nuestro país?

Creo que los medios hacen una construcción particular de esto, como no podía ser de otra forma, con una estructura que ya es conocida y fue estudiada por semiólogos, me refiero a la estructura de “otro caso más”. Está estudiado por analistas del discurso publicitario cómo la construcción mediática de noticias de acuerdo con “otro caso más”, lo que hace es imponer en la opinión pública un tema. Los casos de femicidios son todos distintos, sin duda vivimos en una sociedad absolutamente machista y violenta contra las mujeres, eso es un dato fundamental. Pero sin atravesar las distinciones singulares de cada caso es difícil establecer un debate conceptual.

No creo que la construcción mediática de estos casos esté ayudando a combatir los femicidios, tampoco que los incentive, no sé cómo plantear un estímulo en ese sentido. Digo que no ayuda a deconstruir ni pensar el problema de la violencia, sino que construye una sensación de urgencia permanente, donde todo caso puede ser asimilado a otro y no se piensa en las especificidades del mismo. No se llega a pensar la complejidad del problema, porque sobre todo se plantea la cuestión en términos de la violencia de un hombre contra una mujer, se piensa en términos binarios, un hombre individual y una mujer individual, donde uno ejerce la violencia sobre otro, se piensa con una estructura básica y la violencia tiene muchos elementos más.

Como decía recién, la violencia requiere un entramado que a veces implica instituciones, la ineficacia de muchos dispositivos que deberían contenerla, es algo que por lo general los medios no destacan lo suficiente, como eventualmente que la violencia no es algo espontáneo, no surge de un día para otro. Hay denuncias y gente que no actuó antes, entonces hay alguien que tiene que estar responsabilizado. Es lo que ocurrió hace poco con el caso del hombre que mató a una chica y había tenido una excarcelación por parte de un juez con informes adversos, ¿Quién va a imputar a ese juez? Desde mi punto de vista, ese juez es absolutamente responsable de la muerte de esa chica, y sin embargo lo que sabemos al día de hoy es que el juez pidió vacaciones y goza de un encubrimiento por parte del sistema judicial.

Sería interesante que los medios periodísticos empiecen a investigar, no es tanto el relato narrativo del hombre que mata a la mujer, sino que empiecen a analizar por ejemplo la complicidad del sistema judicial con la violencia de género.

A tu criterio ¿Cuáles son las causalidades psíquicas que llevan al varón a cometer un femicidio o desencadenar en un hecho de violencia?

Este es un tema de discusión bastante importante para mí, por un lado porque me preocupa lo que desarrollé en mi último libro Edipo y violencia: cómo el siglo XXI está realizando las fantasías perversas del siglo XIX, sobre todo la fantasía criminológica.

Hoy en día, sin ir más lejos, en el próximo Congreso Internacional de Psiquiatría que se va a hacer en Mar del Plata, una de las mesas está vinculada justamente al perfil psicológico del hombre violento. Esa es claramente una idea retrograda del siglo XIX, creer que hay perfiles y de alguna manera la posibilidad de hacer una prevención. Estamos a un paso de plantear que los violentos son personas con una estructura cerebral diferente, y que hay que actuar medicamentosamente, o de otro modo, que con esa estructura cerebral evitaríamos la violencia.

La violencia es un fenómeno social determinado de manera múltiple, no desde un punto de vista psicológico. Por eso hablo de violencia machista sobre la mujer. Porque la violencia machista sobre la mujer la ejercen también las mujeres; hombres y mujeres son violentos con las mujeres, por eso vivimos en una sociedad machista y violenta que incluye tanto a uno como al otro, como agentes de la violencia contra la mujer. Eso implica poder pensar las instituciones desde las cuales se practica esa violencia, y no tanto un perfil psicológico e individualista.

Por ejemplo, pienso en un caso puntual, donde una paciente embarazada recibe el desprecio más profundo por su embarazo en su fuente de trabajo. Su jefa es absolutamente machista y la persigue cuando efectivamente se siente mal y no puede ir a trabajar, porque realmente está cursando un embarazo de riesgo, entonces la acosa enviándole médicos a la casa para chequear si es efectivamente así. Es una forma de violencia machista.

De la misma manera, hasta hace un tiempo en Argentina existía una ley que permitía que una mujer que estuviera cursando su período pudiera tomarse el día. Actualmente, ese día ya no se puede solicitar por motivos femeninos por llamarlo de alguna manera, se lo conocía como el día femenino. Hoy, una mujer que esté menstruando y quiera pedirse el día en su trabajo tiene que hacerlo por razones médicas, se ve de esta manera cómo se psicopatologiza, medicaliza o patologiza algo natural como o es la menstruación en la mujer. Tiene que pedir días médicos, y considerar que su menstruación es una enfermedad, ahí se ve claramente una institución que funciona de manera machista. Sobre todo se tratan de pensar las relaciones sociales y la construcción de la figura de la mujer en determinado lugar de la sociedad, y no tanto un individuo que actuara de un modo u otro. Esa concepción individualista de la violencia no permite ver que tiene estructuras simbólicas.

Los tipos de hombre que pueden llegar a matar a sus mujeres sin haberse visibilizado como violentos ¿Qué patologías presentan?

Creo que ese es el caso más rápidamente vinculable con otros, en los cuales muchas veces de forma disruptiva alguien realiza un acto que era impredecible. Por eso refería hace un momento que pensar en términos de prevención para ese tipo de conducta, crea más bien una expectativa casi normativa, de control, donde siempre existe la posibilidad para el ser humano de realizar un acto intempestivo, que solo a posteriori se puede reconstruir.

Podría responderte esta pregunta desde dos miradas: por un lado, no necesariamente quien realiza un acto de este estilo es alguien que esté padeciendo un brote psicótico, lo digo en función de que eventualmente un brote psicótico plantea la inimputabilidad. Muchos casos son homicidios premeditados, aunque nunca haya habido algo que permita anticipar que esa persona iba a realizar un acto violento. Sin embargo, está la premeditación que permite advertir que fue un acto calculado, pero es idéntico o al menos muy parecido a lo que a veces ocurre cuando alguien eventualmente no sólo mata a otro sino que se suicida. Muchas veces, ocurre que una persona pone fin a su vida sin que nada permita prever que iba a hacer algo así, y sin embargo se trata de un suicidio premeditado.

Por ejemplo, si alguien utiliza un arma de fuego tiene que ir a conseguirla, no es alguien que salta y se tira por la ventana, que sería un acto instantáneo, sino que se trata de alguien que consiguió un arma; son aspectos que implican algún tipo de premeditación. Un suicidio de ese estilo no se realiza de un día para el otro, sin embargo, sigue permaneciendo como algo inexplicable para cualquier observador externo, son esas conductas que terminan justamente mostrando por qué la mente humana es un misterio. No lo pensaría estrictamente como una patología, puede no serlo, puede ser un acto imposible de entender.

 

Seguir leyendo e interlitq.org

Compartir en redes

Facebook
Twitter
WhatsApp
LinkedIn