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“Me podría tocar ser un renacuajo o la reina Cleopatra…”. Entrevista a Horacio González.

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(Extracto) – Fuente: The International Literary Quarterly (interlitq.org)

“Me podría tocar ser un renacuajo o la reina Cleopatra…”. Entrevista a Horacio González.

SERIE: VOCES DE AMÉRICA LATINA

 

En el camino que fuiste transitando durante tu carrera ¿podrías reconocer cuáles fueron tus aciertos y cuáles tus errores? 

Cuando uno toma elecciones u opciones políticas, el tiempo las va interrogando, por lo tanto las va cambiando, sustituyendo, refutando o confirmando. Pasé por todas esas experiencias en el comienzo de mi militancia, que sustancialmente fue dentro del peronismo, un peronismo más volcado hacia la izquierda, también en la universidad y en los grupos más activos de la época. Actualmente, todo eso está bajo discusión y he pensado mucho en las cuestiones que vinculan la militancia con el método más adecuado para expresar las ideas. En ese sentido, como todos los que participamos de esa experiencia, pasamos a una visión más ligada al sustento y defensa de la democracia como el único espacio posible donde pensar en transformaciones.

Tenemos que defender el espacio democrático. Se vislumbran los acosos que recibe el gobierno de Alberto Frenández, un presidente que más dialoguista no puede ser. 

Mi experiencia a lo largo de más de cuatro décadas de militancia, y aún ahora mismo que sigo interesado y hasta cierto punto activo, fue una valorización mayor de las instituciones, de la figura de los militantes en los barrios y en las comunidades sociales, de la democracia.

Atravesé dos épocas, la de la militancia más activa con el retorno de Perón y la época de la dictadura militar, pero en Brasil, por razones medias obvias. Cuando regresé, repensé, recalculé y replantee cosas, sin dejar de pensar en los compañeros y militantes desaparecidos, y a su vez cultivando esa memoria.

Las nuevas tecnologías, la manera en que se producen las guerras comerciales, el modo en que se establece la relación con la naturaleza, son nuevos dilemas que son necesarios atravesar, revisando al mismo tiempo la memoria y el pasado. Entonces, no lo plantearía en términos de errores y aciertos, no quiere decir que esté mal formulado, pero me parece que para pensar la historia nadie puede afirmar que acertó o se equivocó en relación a lo que son los tiempos. Estos son muy duros y de algún modo conducen al pensamiento político, que va a ser más legítimo si se adecua a los tiempos y menos legítimo sino se adecua. Hay que romper con eso, es la expresión de Maquiavelo, si el príncipe no se adecua a los tiempos debe sufrir o perder sus posibilidades.

En Argentina, donde se cuida mucho la política del gobierno, si avanza un poco y se tropieza, retrocede. No hay que retroceder demasiado ni aceptar los condicionamientos que pone el sistema financiero global. Pero de todas maneras, tampoco soy alguien que no observa las circunstancias tan difíciles en las que actúa el gobierno, por eso es muy difícil decir que uno acertó o se equivocó. Yo no me siento equivocado y me siento siempre al borde de cualquier error, equivocado es el que no sale de los planteos generales, el que la línea del sentido común obliga a tener. En general, acepto la línea del sentido común, pero en muchos casos replanteo vulnerarla, y en este momento me siento así. 

Si tuvieras que definirte ¿te identificas más como latinoamericano o como ciudadano del mundo?

Me inclino por las dos, pero me gusta más la de latinoamericano. Es una atracción a la que le tengo cariño, evidentemente que no soy ciudadano del mundo. En primer lugar, soy ciudadano de mi barrio y tengo un privilegio, el de la singularidad. El mundo me gusta, creo que la Argentina misma debe tomar los mejores impulsos de la historia de la humanidad, pero eso no siempre ocurre. En cuanto al latinoamericanismo lo soy con angustia por lo que pasa en nuestros países. Los golpes de estado recientes, la pobreza reinante, los ataques entre las naciones latinoamericanas mutuamente son visibles, como por ejemplo, el Grupo de Lima, que precisamente se reúne en ese país y se formó por impulso de los Estados Unidos para atacar a Venezuela.

Ser latinoamericano es ser  alguien que recibe el impulso bolivariano, el de Manuel Baldomero Ugarte, el de Raúl Scalabrini Ortiz, el de José Vasconcelos, el de José Enrique Rodó, y seguramente me olvido de muchos. En el caso de Argentina, es importante citar a una parte del peronismo como John William Cooke. El latinoamericanismo tiene bibliografías y grandes hechos, pero políticamente es una latinoamérica disgregada con fuertes operaciones de los Estados Unidos. Habrá que ver que ocurre en las próximas elecciones en Bolivia, país que fue fruto de una situación de golpe de estado.

Durante más de 20 años, enseñé en la universidad la materia Pensamiento Social Latinoamericano, más latinoamericanista que eso no puedo ser, pero eran bibliografías.

Nunca vi en toda la historia latinoamericana que los países de la zona estén tan disgregados como ahora, es lamentable.

¿Qué debería aprender América Latina de los Estados Unidos y qué debería aprender Estados Unidos de América Latina? 

Es una pregunta difícil porque significa revisar toda la historia de Estados Unidos con América Latina. En cuanto a esa historia sobresale la doctrina Monroe, que es una forma de encubrir la intervención norteamericana que fue constante desde fines del siglo XIX y llegó a incorporar partes de México a Estados Unidos, como Texas y California, intervenir en Cuba, lo que quedaba del Imperio español, armar golpe de estado en el siglo XX como el de Chile, y tutelar casi toda la política de los países latinoamericanos a través de sus embajadas, como ocurre actualmente en Argentina, que tiene partidos políticos que remiten más a las orientaciones de las embajadas norteamericanas. Toda la historia del antiimperialismo norteamericano es fructífera, y mucho más en el momento que Estados Unidos es un imperio decadente y actúa con suma virulencia.

En ese sentido, de la política norteamericana no hay nada que aprender, sí de la cultura compleja de Estados Unidos con sus grandes escritores como William Faulkner o Walt Whitman. La cultura norteamericana es importantísima para nosotros como lo es de algún modo la latinoamericana. Me siento muy identificado con los movimientos de protesta de negritud e hispanoamericanos que viven en Estados Unidos. Pero ahí también tenemos un problema de cómo la cultura norteamericana actúa dentro de esa inmigración que son millones de personas. Por lo tanto, norteamérica condenable como imperio, es algo observable con mucha atención desde el punto de vista de su cultura compleja. Nadie puede ignorar esa complejidad del mundo cultural, intelectual y económico. Si lo despojamos a Estados Unidos de su escudo imperialista que es muy difícil pensarlo sin el mismo, pero si así fuera, podríamos decir que es una cultura formidable, que hay que estar atento, que es sede de las grandes vanguardias, con un espolón tecnológico, que a mi juicio ofrece serios cuestionamientos en el intento de trazar en el mundo una nueva forma de dominación a través de tecnologías que podrían ser muy útiles pero usándolas de otra manera, y no convirtiendo a cada persona en emisor de datos sobre su misma posibilidad después de ser controlada o vigilada a través de estos mecanismos que uno no termina de entender bien cómo funcionan.

¿Considerás que América Latina sufre una secular explotación desde los tiempos de Colón hasta el presente y tiene las “venas abiertas” como refiere Eduardo Galeano en una de sus obras?

La obra de Eduardo Galeano fue una de las obras más leídas. Es una persona a la que le tuve mucho afecto, y su escritura penetró en amplios sectores de la cultura latinoamericana y formó a muchos jóvenes latinoamericanistas. Nunca fue un investigador exigente, eso no se lo reprocho de ninguna manera, siempre fue alguien ligado a la divulgación de un tema que tiene fuerte importancia para todos nosotros. Las venas abiertas, es una expresión que tiene la capacidad muy grande de atraer con un resumen rápido sobre la situación a muchos lectores. De todas maneras, dentro de los grandes autores latinoamericanos, hay muchos más que hicieron cosas parecidas con un lenguaje más exigente, como José Lezama Lima, Manuel Baldomero Ugarte, que logró una gran aceptación en suingenio al formular alegorías respecto a la explotación y al colonialismo.

Si bien Eduardo Galeano planteó una forma unívoca de visualizar los recursos materiales que tiene América Latina, de poner cada tanto coerciones sobre sus pueblos a través de golpes de estados, no se puede trazar un panorama único, es decir, 500 años iguales, porque existen muchas diferencias, dentro de los propios colonizadores surgen problemáticas como la de defensa de los indios, como la de Fray Bartolomé de las Casas que tuvo muchos discípulos, y líneas internas de la iglesia que debaten justamente esa cuestión.

Actualmente, hay que examinar qué tipos de reparaciones deben estar vigentes y cuáles deben recibir los pueblos originarios. Es una discusión en Brasil, Argentina, Perú. En nuestro país, los ocupantes anteriores a la colonización, eran etnias que tenían menor densidad cultural que el Imperio Inca, Imperio Azteca, el Imperio Maya. Fueron grandes culturas que a su vez se anexaron a otras. La historia es muy compleja.

Todo esto debe ser revisado por los estados  que tienen ese compromiso con los pueblos que fueron casi extinguidos. En Argentina, en los pueblos del sur de la Patagonia  donde se encontraban los selknam, que luego se llamaron onas por los españoles, solo queda un registro magnetofónico de la voz de la última selknam que vivió  y que murió hace 20 años, hecho por una antropóloga francesa. Es un ejemplo vinculado al drama de los pueblos que se extinguen y que dejan apenas un testimonio grabado, otros ni siquiera eso, como los de la selva amazónica. Gracias a Claude Lévi-Strauss, gran antropólogo del siglo XX, se pudo conocer  sobre las etnias que actualmente están extinguidas.

Pero hoy existe un tipo de dominación más compleja que es la política financiera mediática, que resume todas estas formas de dominación. Una parte de la vida popular está implicada, y para responder a eso tiene que haber una gran alianza entre los pueblos que  provienen de la inmigracion y los pueblos anteriores que están en su lucha específica.

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